Dib Ashur o el arte de tapar los agujeros de Urtubey, sin mencionarlo

El Ministro de Economía del gobierno provincial de Salta, Roberto Dib Ashur, junto a otros funcionarios, acudirá este mediodía a la Cámara de Diputados para pedir a los legisladores que aprueben el proyecto de ley que les remitirá el Gobernador y que versa sobre la autorización legislativa al Poder Ejecutivo para «tomar» deuda.

Después de haberse negado en redondo durante años a endeudarse, parece que la coyuntura ha terminado por convencer al señor Dib Ashur de la necesidad de hacerlo.
Ha dicho que Salta va a salir al mercado de capitales a pedir dinero prestado porque «decidió en este momento de recesión económica salir a acompañar a las empresas salteñas, al comerciante, al sector productivo, ganadero, vitivinícola, a la construcción, con un paquete de medidas en apoyo al trabajo; reactivando obras públicas, dando créditos sin interés, alivio fiscal, moratoria y subsidios».

Es decir, a quien el gobierno va ayudar con dinero fresco es a los propietarios, y no a familias o a los trabajadores. Primero los negocios, lo demás se verá.

El gobierno -o, para mejor decir, Dib Ashur- no exige a las empresas a las que ayuda ningún tipo de compromiso de empleo, de regularización de trabajadores en negro, de aumento de salarios o de moderación de precios y beneficios. Los ayudará a cambio nada, o, peor todavía, a cambio de menos que nada, puesto que les perdonará impuestos y les concederá subsidios.

Sin embargo, lo que más preocupa de esta decisión de endeudarse es que el agujero financiero que lastra las cuentas públicas provinciales se deriva, en enorme proporción, del brutal endeudamiento perpetrado por los tres gobiernos seguidos de Juan Manuel Urtubey, a quien el señor Dib Ashur (tal vez porque fue ministro suyo) se niega sistemáticamente a señalar como el culpable del descalabro financiero y de todos los otros males que se derivan de sus decisiones mayestáticas, como el nefasto voto electrónico o la fallida emergencia social por violencia de género.

Todo esto quiere decir que el Ministro de Economía de Salta no solo seguirá ocultando los esqueletos en el armario de Urtubey sino que empleará el dinero prestado para hacer todo lo contrario a lo que está haciendo el gobierno nacional; es decir, para intervenir en la economía de una forma descarada.

Pero la intervención planificada -que no es mala de suyo- se dirige claramente a auxiliar a quienes mejor pueden resistir los efectos negativos de la crisis, que son los que más se quejan. Es decir que, quienes peor lo están pasando (las familias con menos ingresos, los trabajadores precarios, desprotegidos y con bajos sueldos, los pobres y los indígenas en general), que se las arreglen como puedan. El dinero prestado será para los propietarios.

Al fin y al cabo es tan libertario y salvaje pensar que los sectores menos favorecidos se van a levantar como por arte de magia cuando el crecimiento de la economía (libre o liberalizada) «derrame» sus beneficios sobre los que menos tienen, que pensar que el mismo «derrame» bienhechor se va a producir en un contexto de economía intervenida y subsidiada.

El principio es exactamente el mismo.