Peculado, no solo en el pueblo de al lado

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La corrupción municipal, que hasta ahora no había visitado formalmente las contaminadas playas de la capital de la Provincia, se ha estrenado a lo bestia en nuestra ciudad.

Más de la mitad de los intendentes municipales de Salta (que son 60) ha desfilado por los tribunales por diversos casos de corrupción, lo que parece confirmar que la principal habilidad de los políticos de tierra adentro no es la administración de la cosa pública sino la «uña».

Ahora, el largo brazo de la ley está llamando a las puertas de la exintendenta municipal de la ciudad de Salta, Bettina Romero, que con su imborrable sonrisa etrusca y su proverbial «mirada federal» está viendo cómo uno de sus ojitos derechos ha caído en las implacables garras de la fiscal encargada de combatir la corrupción en la Provincia de Salta; y que la misma fiscal está a punto de citar a declarar a otro de sus «fieles servidores», autorizador serial al vaciado de galpones municipales.

La verdad es que ya era hora. Muchos se preguntan por qué los ilícitos más menudos caían siempre del lado de personajes periféricos y asilvestrados como el «Topo» o «Manuelito». ¿Por qué no Bettina? ¿Acaso no puede haber un peculado «chic»?

SILLAS DE RUEDAS Y VENTANAS

El robo de fideos, de yerba o de aceite en cierto modo se entiende, porque los funcionarios -que en su mayoría son humanos- también enfrentan, de vez en cuando, situaciones imprevistas de aprovisionamiento en sus alacenas particulares. A veces da fiaca caminar hasta el almacén. A quién no le han caído a comer unos amigos a última hora o se le ha acabado la yerba justo cuando la pava empezaba a pitear.

Pero robarse ventanas y sillas de ruedas no es tan fácilmente explicable.

Y menos explicable aún es que la ayuda social municipal integre entre sus «freebies» a las ventanas de madera. ¿Qué dirán al respecto el Colegio de Arquitectos y los modernísimos impulsores de la construcción de viviendas con «eficiencia energética»?

Almacenar sillas de ruedas malhabidas solo tiene una explicación posible: los funcionarios calculan que, de tanto robar, algún día les vendrá un ACV y quedarán impedidos de caminar, como el personaje de Bryan Cranston en la película «The Upside».

El cálculo es de lo más razonable, porque sería absurdo pensar que quieran salir a pasear en silla de ruedas sin tener necesidad de ella, o solo llevarlas en el auto para poder estacionar en cualquier parte, cosa para la que no necesitan más que invocar su condición de funcionarios municipales.

En fin, que no solo de fideos y de aceite refinado de girasol vive el hombre.