Poco se entiende que los salteños -expertos en rechazar invasiones foráneas por el Norte- hayan entrado en pánico y demandado el auxilio federal por la «invasión» que supone la existencia de plantaciones bolivianas ilegales de caña de azúcar en territorio salteño.
¿Para qué llamar a la Gendarmería si tenemos a los gauchos de Güemes velando armas en los fortines? ¿Por qué esperar milagros de la ministra Bullrich, habiendo en Salta numerosos descendientes del Héroe Gaucho y algunos que se llaman exactamente igual que él?
A muchos les encantaría ver a los gauchos en acción defendiendo otra vez con arrojo y valentía la frontera Norte y rechazando a fustazo limpio la que sería la octava invasión extranjera.
Desde luego, es muy respetable el trabajo de los gendarmes, pero estos en su mayoría son sanjuaninos, santiagüeños, puntanos o correntinos, y su especialidad no es la caña de azúcar sino las sustancias blanquecinas y, últimamente, también los tours de compras.
Por eso es que cuando se trata de invasiones extranjeras, los salteños tenemos que reaccionar con auténtico patriotismo, renunciar a la lloradera federal y convocar a los gauchos.
Pero no a los infernales, que son soldados entrenados que hasta banda de música tienen, sino a esos gauchos matreros que en tiempos de paz se entretienen en asados interminables regados con abudante tetra-brik de Toro Viejo (no de toro rico), y que, entonados, desfilan frente al Monumento con el sombrero pegado al esternón y con su caballo haciendo eses por delante y heces por detrás.
Según algunos cálculos de expertos en defensa nacional, por las dimensiones de la «invasión» detectada estos días en los cañaverales fronterizos, ni siquiera es necesario movilizar una gran cantidad de gauchos. Con un par de fortines agitando sus guardamontes cual recio huracán que se agita, estruendoso en carrera gigante, sería más que suficiente para poner en fuga hacia tierras más septentrionales al vil invasor y doblegar así su indómito orgullo.
Claro, muchos se preguntan de qué lado de la refriega estarán los y las descendientes y descendientas de Juana Azurduy, habida cuenta de que la ilustre dama guerrera desarrolló casi toda su vida del otro lado de los mojones.
Los gauchos le harán un enorme favor a la patria, no solo si defienden la integridad de nuestro territorio (algo que forma parte de su ADN), sino también si se baten en fiera y desigual batalla para preservar la virginidad originaria de la población Abba Guaraní, una minoría que surca el río Grande de Tarija cantando Mamma Mia.
Si los gauchos emprenden esta nueva «gesta», en pleno 2024, nos aseguraremos que en 2224 sus choznos podrán vivir muy cómodamente y sin hacer prácticamente nada, durante unos cincuenta años más o menos, aprovechándose de las pingües rentas del bicentenario del rechazo de la octava invasión.




