Sandra Palomo: las cámaras del lugar del crimen no guardaron las filmaciones

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El dato surgió mientras un perito informático detallaba su trabajo de extracción de datos de las cámaras del subsuelo del supermercado donde la mujer fue atacada. 

Un perito informático que declaró ayer en la continuidad del juicio por el femicidio de la docente Sandra Palomo (52) sostuvo que no se pudieron extraer los registros de las dos cámaras del subsuelo del supermercado donde se determinó que fue la escena del crimen, porque el disco estaba dañado y no los almacenaba.

El perito Gonzalo Peñaloza, uno de los que extrajo  datos de celulares, computadoras y cámaras, dijo que había dos cámaras en el ingreso al supermercado, ambas funcionaban, pero no pudo extraer los registros porque el disco estaba dañado y no guardaba la información. «Dio error de lectura y sobre escritura, no permitía el grabado», indicó. También aclaró que no sabe desde cuando las cámaras presentaban este problema. 

Este dato adquiere relevancia en un debate en el que los familiares de la víctima vienen pidiendo que se amplíe el espectro de la investigación, por entender que pudo tratarse de un crimen por encargo, lo que sostuvo el señalado, por la investigación oficial, autor material del asesinato. 

Incluso de los miembros del Tribunal de Juicio, el juez Roberto Lezcano, cuestionó anteayer otros aparentes falencias de la investigación. Mientras se exponía una pericia integral oficial de los criminalistas Paola Geipel y Héctor Barboza, el médico forense Gabriel Kosmatos, del Cuerpo de Investigaciones Fiscales, y el policía de Homicidios Matías Tolaba, el magistrado consultó por qué no había indicio de sangre en el subsuelo donde la mujer fue agredida. Y manifestó su extrañeza de «que no se haya escurrido sangre en el lugar y que no haya caído una gota de sangre», sobre teniendo en cuenta que Kosmatos dijo que las múltiples lesiones que tenía la víctima, de golpes y cortes con arma blanca, le produjeron mucha hemorragia.

Los peritos oficiales habían señalado que la agresión fue dentro de la camioneta, y que amenazándola con un cuchillo el atacante hizo que Palomo se ubicara en el asiento del acompañante. Barboza dijo que había sangre en el piso de la camioneta.

Los investigadores indicaron además que horas después, cuando el imputado H.C. grabó con su celular un video de L.C. y de la camioneta, se ven manchas de tierra en el interior del vehículo, y ya no estaban las alfombras de goma, considerando que podrían haber contenido mucha sangre y por ello fueron descartadas. 

Luego de la exposición de los peritos informáticos, los abogados querellantes, Gabriela Arellano y Javier Latorre, señalaron que el caudal de información extraída por ingenieros y técnicos informáticos pasó a ser analizada por dos policías inexpertos, uno de éstos acredita como formación solo el segundo año de criminalística. La querella consideró que debían haber sido especialistas quienes analizaran esa información. 

Psicóloga descartó violencia familiar

La psicóloga María Laura Silisque, del CIF, realizó un análisis victimológico de Palomo, junto a la licenciada en trabajo social Daiana Alanis. 

Silisque dijo que trataron de identificar indicadores que dieran cuenta de la vulnerabilidad o riesgo de la víctima. Determinaron tres factores, el género, la edad y la camioneta como objeto de valor que podía ser deseable. Sin embargo, el vehículo no fue robado, sino que fue incluso dejado por el supuesto autor en una calle cercana al domicilio de la víctima, barrio en el que también residía él.

Contradiciendo lo que señalaron dos hermanas de Palomo y un hijo, la psicóloga dijo que no localizaron «otro conflicto afectivo que sea significativo”. «No se encontró ningún tipo de conflicto a nivel familiar, en la historia familiar que pudimos armar. Los vínculos que ella podía establecer eran armónicos» indicó. Señaló «no había una dinámica problemática» con la enfermedad de Parkinson que ya sufría el esposo de la víctima, y descartó «una historia de violencia física o familiar».

La jueza Norma Vera le consultó específicamente por los distintos tipos de violencia de género, además de la física, la económica, psicológica o verbal. Silisque dijo que en base a las entrevistas que realizaron, con familiares y vecinos, no encontraron que Sandra fuera víctima de ninguna de estas violencias. «La familia tenía un buen pasar económico, ella administraba la casa y era la proveedora de los hijos, y consideraba un valor que pudieran estudiar y no trabajar. En cuanto a violencia psicológica, no se presentaban situaciones», aseguró.

Además, la psicóloga aseguró que Palomo tenía una vida rutinaria, «solía frecuentar los mismos lugares, tenía una rutina de ciudados de (su marido, quien tenía) dependencia de ella por la enfermedad, necesitaba ayuda para vestirse, higienizarse». «Ella tenía un carácter tranquilo, amorosa, amable para sus seres queridos y la gente en general, siendo esa su forma de vincularse con los demás. Realizaba actividades de recreación, asistia a yoga para mantenerse en forma, salía a hacer las compras de alimentos, cosas para la casa, la feria. Solía conciliar con la gente con la que podía llegar a tener un desacuerdo», describió.

A la audiencia del viernes acudieron muchos familiares de la víctima que esperaban escuchar el testimonio del viudo, sobre el que mantienen sospechas y siguen pidiendo que se lo investigue. Este testimonio se había previsto inicialmente para ayer, pero se reprogramó.

Análisis social sobre el supuesto autor 

La trabajadora social Diana Alanis realizó un informe sobre el adolescente L.C. considerado por la investigación oficial el único autor material del crimen, pero que fue declarado ininputable porque tenía 15 años al momento del hecho. 

Alanis se entrevistó con la madre de este chico, quien le relató que conoció al padre cuando ella tenía 18 años y se casó con él porque la amenazaba con suicidarse si no lo hacía. Al año siguiente nació el único hijo de la pareja, L.C. Apenas unos meses después su padre asesinó a su cuñado y fue condenado a prisión perpetua. 

En los primeros años de vida, L.C. convivió con sus abuelos maternos, a los 11 años la madre le explicó lo que había pasado con su padre y el chico no volvió a preguntar por él.

Cuando Alanis hizo el informe, la madre alquilaba desde hacía dos años una casa en el barrio Tres Cerritos, donde vivía con su hijo. La testigo indicó que la madre cubría todas las necesidades de su hijo; es una empleada pública que además percibía otros ingresos dando clases de talleres culturales.

Refirió que la madre le contó que una semana antes del crimen de Palomo había tenido un conflicto con su hijo porque se había llevado su auto, «un fitito», con la novia, e incluso ella había hecho una denuncia por este tema.

Otro dato de importancia es, tal vez, el referido a la amistad que tenía L.C. con H.C. Alanis señaló que la madre de L.C. especificó que sabía que su hijo se frecuentaba con este chico y que lo hacía «sin su consentimiento». Cuando declaró L.C. aseguró que H.C. lo obligó bajo amenazas a presenciar el crimen cuya materialidad de atribuyó luego a él, y dijo que también lo coaccionó para que lo ayudara a deshacerse del cuerpo.

L.C. sostuvo había manejado una sola vez el auto de su madre. Sin embargo, Alanis dijo que los vecinos le comentaron que lo observaban empujar el vehículo y conducirlo, aunque no sabían desde cuando manejaba. La testigo añadió que el director del colegio secundario al que asistía el adolescente lo había definido «como un líder negativo por su conducta indisciplinada»

También dijo, ante una pregunta de uno de los defensores, que la madre le refirió que L.C. sufría bulling por parte de sus compañeros en la primaria.

Fuente: Salta12