Gobierno anárquico, economía que circula por la banquina

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El presidente, la vice y Massa tienen expectativas y proyectos distintos. La falta de un poder y de una estrategia unificados conspira contra cualquier intento de poner freno a la crisis

El triunvirato en el poder funciona en contra de la tradición peronista: carece de conducción unificada. Las decisiones se toman de manera dispersa, lo que genera marchas y contramarchas, confusión y expectativas negativas en medio de una situación económica precaria y marcada por las improvisaciones.

La principal fuente de poder del gobierno, Cristina Kirchner, mantiene un silencio elocuente. Puso a Sergio Massa en el Palacio de Hacienda en medio del desbarranque que siguió a la renuncia de Martín Guzmán y el caos de Batakis. Pero hoy el dólar cotiza más que durante aquella crisis. Se calla porque Massa es su última carta. Por eso en esta etapa asumió una estrategia conservadora: se bajó a la platea, no será candidata y todavía confía en que el ministro evite una disparada catastrófica del dólar.

Por su parte Alberto Fernández sonríe mientras se desvanece en el aire como el gato de Cheshire, porque quien lo puso en el cargo pretende despegarse de su fracaso. Como el personaje de Lewis Carroll se está convirtiendo en un ícono del surrealismo. Viaja por las provincias, donde pocos quieren recibirlo, autoelogiándose y  enumerando presuntos logros de su gestión. Un caso extremo de disfunción cognitiva.

Sin discusión el hombre del momento es Massa que ensaya todo tipo de malabarismos para frenar la inflación y los dólares libres. Como su carrera es contra el tiempo, no contra las causas de fondo de ambos fenómenos, echa mano a cualquier recurso. Todos infructuosos hasta ahora.

Pide a los camioneros que controlen las góndolas o usa dólares de las reservas para recuperar bonos que vencen dentro de siete años con la excusa de generar confianza en los mercados a los que el país no tiene acceso.

Ambas medidas hicieron ruido en los medios, pero no tuvieron los efectos económicos esperados. El anuncio de recompra de deuda duró 48 horas (de martes a jueves), los dólares financieros tuvieron una breve baja y el viernes volvieron a subir, el Central perdió 137 millones de dólares de las reservas en el curso de la semana, la brecha con el oficial volvió a rondar el 100% y como si con eso no alcanzase hubo que abrir una investigación sobre si hubo “amigos” del ministro que con información privilegiada hicieron una buena diferencia con las cotizaciones que andaban a los saltos.

La insólita idea de pagar anticipadamente deuda que vence en 2030 cuando tiene problemas para pagar la que vence este año le costaría al Central entre el 10 y el 15% de las reservas, aunque el origen de los dólares a utilizar todavía no es claro. El BID giró bajo esta gestión 1.200 millones de dólares que ya habrían sido usados. Restan derechos especiales de giro por unos 400 millones que podrían usarse en la recompra. El resto debería pagarse con reservas, lo que asegura sobresaltos a corto plazo. En particular cuando empiece a sentirse en las liquidaciones del campo el impacto de la sequía.

En resumen, la movida resulta difícil de entender si se descarta alguna maniobra poco transparente (ver Visto y Oído) o la intención volver a agitar la bandera “K” del desendeudamiento.

Otro factor que aumenta la incertidumbre respecto de los movimientos de Massa es que empezó a imitar al presidente en su costumbre de las marchas y contramarchas. Pidió al sindicato de camioneros que controlara los precios de los supermercados, pero cuando empezaron a sumarse piqueteros como Grabois y el costo político a aumentar, el episodio empezó a desvanecerse en los medios. Mejor ninguna campaña electoral, que una campaña equivocada. El intento del ministro de parodiar el estilo camporista para ganar el apoyo de la vice no tiene por delante un camino despejado.

Algo similar ocurrió con su respaldo al juicio político a la Corte. Inicialmente sus tres diputados en la comisión respectiva iban a participar del proceso, pero hacia el fin de semana uno de ellos fue reemplazado por un kirchnerista confiable. Las quejas de los empresarios y el gobierno norteamericano por el ataque al Poder Judicial lo descolocó y optó por la receta clásica: dos pasos para adelante y uno para atrás. El domingo anterior Verbitsky le había extendido la aprobación pública de la vice en materia de ajuste económico, pero Massa nunca abandona su estilo serpenteante.

Por otra parte la fragmentación y anarquía del peronismo también impactan sobre la oposición. El candidato que dispone de la mayor “caja” Horacio Rodríguez Larreta, padece la radicalización para la tribuna de Massa que obstruye cualquier acuerdo entre ambos y da aire a los halcones. Para peor el socio radical de HRL, Gerardo Morales, está sufriendo una insurrección interna que es fenómeno común a toda la dirigencia. Es por falta de liderazgo y de una propuesta lúcida para salir de una crisis sin horizonte.

Fuente: LP